Visiones de Barcelona

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Una fotografía aérea de Barcelona muestra la reconocible cuadrícula de las ciudades españolas, útil invención que frenó el caos de los poblados medievales.
Pero ese prolijo ordenamiento de cuadrados, donde las calles se ven como líneas oscuras, no muestra la multitud heterogénea que circula por esas vías sabiamente diseñadas por los arquitectos alrededor de la ciudad antigua, que existe desde la época romana. Aun antes, desde hace cuatro mil años, los humanos amaron el lugar de Barcelona y es así que ibéricos, visigodos y musulmanes se establecieron al pie del cerro Montjuic.
Ese suelo ahora recibe la visita de otros pueblos nórdicos, que, ansiosos de sol, abandonan masivamente sus hogares para recorrer una y otra vez las callecitas del barrio gótico, bajar por la rambla hasta el puerto y llegar a la tan ansiada playa. También las calles de La Ribera, el Raval y la Boquería están llenas de personas de colores variados y tamaños.
Caminar es la actividad principal de los turistas; es posible reponer energías en cualquier barcito del camino, o en alguna plaza. Los caminantes lucen alegres, entusiasmados y levemente apurados, quizás urgidos por ver todo lo que Barcelona ofrece en el poco tiempo que duran las vacaciones. Hay, como quien dice, para todos los gustos: edificios medievales, restos romanos, arquitectura de vanguardia, galerías de arte, misas, visitas guiadas, danzas tradicionales bailadas con emoción por mujeres mayores, teatro, arena y agua. Y, sobre todo, Gaudí: en la Sagrada Familia, el Parque Güel, La Pedrera y en todas las postales y souvenirs que se ofrecen en todos los quioscos de la ciudad. La comida, como en casi todos los puertos, se basa en pescados y mariscos; se bebe cerveza y sangría en grandes cantidades.
La playa es una especie de hormiguero al aire libre donde hay que tener muchas precauciones para no pisar un brazo o tropezar con una cabellera. Nadie se molesta por la promiscuidad y muchas mujeres exhiben sus senos: desde la veinteañera esplendorosa hasta la señora mayor de cuyo pecho cuelga el recuerdo de épocas mejores. Bellas diosas se mezclan con secretarias tímidas, señores gordos o viejos se cruzan con modelos de músculos brillosos, y escuálidos rubios del color de la banana se acercan al agua donde nadan latinoamericanos cobrizos. En el agua, en realidad, son pocos: la mayoría se tiende en la arena, y muchos de los que se atreven a meterse lo hacen en tablas de surf equipadas con remos para suplir la falta de viento. Algunas mujeres lo hacen de rodillas, y de lejos parecen extrañas sirenas navegando paralelas a la costa.
Como en todas las grandes ciudades europeas, hay jóvenes africanos ofreciendo lentes de sol y bolsos, y pakistaníes intentando vender chucherías variadas como pitos con sonido de ruiseñor o estrellas voladoras. En la playa, otros ofrecen pareos y mojitos en vasos de plástico adornados por grandes hojas de menta. Casi todos tienen la mercadería envuelta en paños, a veces atada con una cuerda de la que tiran para envolver rápidamente todo y huir de la policía, que los persigue siempre. Alguno da la voz de alerta y todos se sientan en la arena, para mezclarse con la multitud. Miro alrededor y no veo a nadie con aspecto policial, pero sin duda sus ojos ven cosas que yo no alcanzo a ver, y no es cuestión de miopía.
El poder del estado dispuesto a despojar a estos pobres comerciantes de sus pobres mercancías tiene una cara que ellos conocen, y yo no. Lo que para mí es una multitud de personas disfrutando del sol y el descanso, es para ellos un grupo de gente con euros en sus billeteras, a quienes deben convencer de hacerlas cambiar de dueño a cambio de un pareo, un masaje o un trago. Lo que para los bañistas es apenas cambio, son para ellos monedas y billetes que los acercarán a sus humildes sueños o a la supervivencia por un día más. El mar, para ellos,  es un lugar inaccesible; la arena cubierta de cuerpos semidesnudos, un desierto tan difícil de transitar como el territorio del que provienen.
Barcelona es sueño y alegría para los ociosos y también para los que, de sol a sol, y a lo largo de todo el verano, solo trabajan.

Publicado por Cecilia Ríos

Esto es para compartir con mis amigos lo que veo en mis paseos. Notas una vez al mes! Gracias a todos mis lectores.

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