Un hombre camina con una vitrola al hombro. Se detiene en el semáforo en rojo y la deja un instante en el suelo, entre las piernas. Cruza 18 de julio y sigue hacia la rambla. ¿La llevará hacia su próximo dueño? ¿Será su único tesoro? ¿Alguien se la regaló o le pagó con ella un servicio prestado? Lo miran los escasos transeúntes, los pocos que siguen en el ómnibus, quizás alguien que mira la calle desde una ventana. En la cotidiana conversación nocturna, cuando decida no hablar más del coronavirus hasta mañana, contará que vio un hombre con una vitrola al hombro, caminando hacia el sur.
En la tercera semana de “distanciamiento social” la gente hace cola en los cajeros, tiene cara de fastidio, camina con temor de no cumplir el mandato gubernamental y social. Hay tiendas abiertas donde las vendedoras miran la calle con tristeza. Si no entra nadie, ¿por qué las tienen allí? Sería mejor estar de cuarentena, como tantos que trabajan desde sus casas. Si no entra nadie, sus puestos de trabajo peligran. Para quien gana un sueldo escaso, el seguro de desempleo no es un consuelo sino una amenaza.
Cuatro jóvenes conversan en una esquina, y los que pasan miran con envidia. ¿Cuatro es aglomeración? Tres no y cinco sí. El cuatro queda en el límite, como un desafío.
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En la madrugada pasan carros tirados por caballos. Vienen, como todas las noches, a rescatar lo que para otros es deshecho y para ellos comida o mercadería. Los residuos de la ciudad les han contado las noticias: las fábricas no producen, los comercios no venden, la gente cocina en sus casas. A varios metros del suelo, su aliento no se mezcla con el de los contagiados que van por la vereda. Lavarse las manos es una consigna lejana. Ojalá sus pulmones sean resistentes, y se salven al menos de esta peste.
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“Hoy dimos 49 meriendas” dijo mi hermana. “La mayoría inmigrantes…todos muy agradecidos por un pedazo de torta y un vaso de leche”. El resto del mundo intercambia videos con variados consejos y sabias palabras en las que inspirarse para tolerar el encierro. Adivinanzas. Juegos. Recetas. Algún poema. Largas declaraciones que nadie leerá. Promesas para cuando “esto” termine.