Como una procesión despareja que se ajusta a las limitaciones del camino, los vehículos ruedan sin escollos por las calles vacías de enero. La ansiedad exasperada de diciembre parece lejana; falta un año para revivirla. La sabiduría que indica moverse poco cuando el calor aprieta motiva el andar apático de los ómnibus. Estos disfrutan la ausencia de automóviles que disputen su lugar en la senda SOLO BUS. Por la ciclovía que “roba” un metro a la avenida circulan bicicletas con jóvenes, porque se precisa energía para desafiar la temperatura elevada. Una señora, antes de bajar, le dice al chofer que la creación de esa franja junto a la vereda “perjudica” el tránsito (porque, para ella, transitan solo quienes consumen combustibles fósiles). “Quita espacio y se usa poco”, dice. El guarda, para su sorpresa y la de todos, no está de acuerdo. Dice que sería mejor una ciudad con menos automóviles y más bicicletas. A la sobria discusión se suman otros y la señora se baja casi convencida de haberse equivocado. Me pregunto si la serenidad de la charla se debe a un nuevo paradigma de interacción, a la pereza que trae el calor o al ritmo de la ciudad semivacía.
Alrededor de la estatua de la libertad, las luces de colores anuncian momentos de algarabía en un futuro que parece lejano. Puestas con anticipación, lucen extemporáneas en la avenida silenciosa, donde algunos turistas miran los edificios antiguos como rarezas cercanas a la desaparición.
En el verano no es terrible dormir en la calle, pero es imposible evitar la tristeza ante los bultos acurrucados contra las paredes. Los pájaros aprovechan la disminución del ruido urbano y revolotean en una danza alegre y ruidosa. Aparecen carteles de SALE en las tiendas de ropa y zapatos, frente a los árboles donde la religión también hace sus ofertas. “No se mueve nada” dice el kiosquero, para quien el movimiento se mide en plata, como corresponde a todo negocio. También él se pregunta, como The Three Degrees, si esto será el fin; porque también los clientes están lejos de Montevideo.

